A.·.L.·.G.·.D.·.G.·.A.·.D.·.U.·.
Valle de Asunción, 23 de febrero de 2012 e.·.v.·.
V.·. M.·.
1ER.·.VIG.·.
2DO.·.VIG.·.
QQ.·.HH.·.
Título: San Cipriano de Antoquia
San Cipriano de Antioquía, fue antes de su conversión al cristianismo, uno de los magos más famosos que se han conocido.
Nacido en Antioquía, entre Siria y Arabia, de padres muy ricos y poderosos, venció todas las artes mágicas hasta la edad de 30 años en que se convirtió a la religión de Cristo.
Dejó escritos infinidad de libros de hechicería producto de sus muchos conocimientos y de las propias maravillas que ejercitó en su época de mago, y que causaron la admiración de todas las gentes.
Con respecto al libro de San Cipriano o el tesoro del hechicero no fue escrito por el, sino fue copiado por Jonas Sufurino, un monje alemán del monasterio de Broken, en el año 1001, la leyenda nos cuenta que este monje buscando el conocimiento invoco al mismo Lucifer, el cual se le presento y acepto brindarle lo que pedía indicando que revelaría todos los secretos de este mundo y de los otros.
Lucifer también le manifestó que le entregaría un libro que sería como el catecismo de las ciencias secretas, catecismo que solo podrían entender los iniciados.
Llegado el momento Lucifer entrego un libro escrito en hebreo sobre pergamino virgen, el mismo que tuvo Cipriano el mago, al entregar este libro Lucifer indico al monje que el mismo no se apartaría jamás de él y no podría ser destruido de forma alguna y siempre retornaría a el. Lucifer también ordeno a Satanachia, que enviara dos ayudantes para que acompañen a Sufurino en sus estudios, estos ayudantes fueron Barbatos (la cabra del arte) y Pruslas (el dragón).
Volviendo con San Cipriano podemos decir que ejercía un poder formidable sobre los espíritus infernales, que le obedecen en todos sus mandatos. Llegó a efectuar sorprendentes encantamientos.
Tuvo dominio absoluto sobre las personas y los elementos debiéndose su conversión al cristianismo al siguiente raro suceso:
Justina era una doncella pagana, joven y bella, hija de un sacerdote de los ídolos, al estilo de Cimodocea. Su ventana se abría hacia un patio que daba sobre la iglesia cristiana; así, diariamente oía la voz pura y recogida de un diácono que leía en voz alta los santos Evangelios. Esas palabras desconocidas conmovían y agitaban su corazón tan profundamente que una mañana en que su madre observó su seria apariencia y procuró ser depositaría de sus confidencias y preocupaciones, Justina cayó a sus pies, diciéndole: Madre mía, bendíceme o perdóname: soy cristiana.
La madre lloró y la abrazó; después, volvió con su esposo y le contó lo que oyera. Esa noche los padres tuvieron, al dormirse, el mismo sueño. Una luz divina descendió sobre ellos, y una voz suave los llamó, diciéndoles: -
Venid a mí, todos los afligidos y os confortaré. Venid, amados de mi padre, y os daré el reino que os tengo preparado desde el inicio del mundo.
Amaneció; padre y madre bendijeron a su hija. Los tres se enrolaron entre los catecúmenos, y luego del período habitual de prueba, fueron admitidos para el Santo Bautismo. Justina regresaba blanca y radiante de la iglesia, entre su madre y su anciano padre, cuando dos hombres repulsivos, envueltos en sus mantos, pasaron como Fausto y Mefistófeles junto a Margarita. Eran el mago Cipriano y su discípulo Acladio. Se detuvieron, deslumhrados por la aparición, pero Justina siguió su marcha sin verlos y llegó a su hogar con su familia.
La escena ahora cambia. Estamos en el laboratorio de Cipriano. Han sido trazados unos círculos. Una víctima sacrificada palpita todavía junto a un brasero humeante. El genio de las tinieblas está en presencia del mago, y le dice: —Me has llamado; aquí estoy. Habla. ¿Qué es lo que pides?
—Amo a una virgen.
—Sedúcela.
—Ella es cristiana.
—Denúnciala.
—Yo la poseería pero después la perdería. ¿No puedes ayudarme?
—He tentado a Eva, que era inocente, y he conversado diariamente con Dios mismo. Si tu virgen es cristiana, has de saber que fui yo quien hizo que Jesucristo fuese crucificado.
—Entonces... la pondrás en mis manos.
—Toma este ungüento mágico y unta el umbral de su casa; el resto me concierne.
Ahora Justina está dormida en su alcoba pequeña y sencilla. Cipriano está en la puerta; murmura palabras sacrilegas y celebra ritos horribles. El demonio se arrastra hasta la almohada de la jovencita; le instila sue-ños voluptuosos, en los que abunda la imagen de Cipriano; a ella le parece encontrarlo otra vez a la salida de la iglesia. Sin embargo, esta vez le mira; escucha, y las cosas que Cipriano le susurra llenan de zozobra su corazón. Pero súbitamente se mueve, despierta y se hace la señal de la cruz. El demonio se desvanece y el seductor, que oficia en la puerta de centinela, aguarda en vano durante toda la noche.
A la mañana Cipriano renueva sus invocaciones y abruma a su cómplice infernal con amargos reproches. El demonio confiesa su incapac-dad y cae en desgracia. Cipriano invoca a un demonio de clase superior que, alternadamente, se transforma en doncella o en gallardo mancebo, tentando a Justina con consejos y caricias. Ella está a punto de ceder, pero su ángel bueno la auxilia; une su inspiración a la señal de la cruz y aleja al espíritu maligno. Entonces Cipriano invoca al rey del infierno; llega Satán en persona. Acosa a Justina con todas las aflicciones de Job y esparce horrible plaga en toda Antioquía. Instigados por él, los oráculos declaran que aquélla sólo cesará cuando Justina haya complacido a Venus y al amor, a los que ultrajó por igual. Sin embargo, Justina reza en público por el pueblo y la peste cesa. El confundido ahora es Satán; Cipriano le obliga a reconocer la omnipotencia de la señal de la cruz y lo amenaza con trazarla sobre su persona. Abjura de la Magia, se convierte en cristiano, es consagrado obispo y se encuentra con Justina en un convento. Ahora se aman con el amor puro y duradero de la caridad celestial; se desata la persecución sobre ambos; juntos son arrestados.
Condenados a morir el mismo día, ratifican en el seno de Dios su connubio místico y eterno.
Según la leyenda, San Cipriano fue Obispo de Antioquía, pero la historia eclesiástica dice que su sede era la de Cartago. Por lo demás, poco importa si los personajes son los mismos; uno pertenece a la poesía y el otro es un Padre y Mártir de la Iglesia.
En los viejos Grimorios todavía se encuentra una oración atribuida al San Cipriano legendario, que es posiblemente el santo Obispo de Cartago. Sus expresiones oscuras y figuradas pueden dar pábulo a la idea de que, antes de su conversión, era adicto a las letales prácticas de la Magia Negra.
A San Cipriano, además, se le hizo patrón de las artes mágicas, de los hechiceros y de las brujas, y su nombre estuvo vinculado a numerosas practicas mágicas, tanto conjuros como oraciones, como atestigua la famosa Oración de San Cipriano, y que vale para protegerse de maleficios de cualquier
tipo. A continuación te revelamos la poderosa oración mágica de San Cipriano:
'Yo, Cipriano, siervo de nuestro Señor Jesucristo, he orado a Dios Padre Omnipotente, diciendo: Tu eres el Dios fuerte, mi Dios Todopoderoso, que moras en la gran luz. Eres santo y digno de alabanza, y en los viejos tiempos contemplaste la maldad de tu siervo y las iniquidades en las que se sumergió por los ardides del denomio. Yo ignoraba tu verdadero nombre; pasé en medio de las ovejas y estaban sin pastor. Las nubes no derramaban rocío sobre la tierra; los árboles no daban fruto, y las parturientas no podían dar a luz. Ligué sin desligar; ligué los peces del mar y quedaron cautivos; ligué las sendas del mar y circundé muchos males. Pero ahora, Señor Jesucristo, he conocido tu Santo Nombre, te he amado, y me he convertido con todo mi corazón, con toda mi alma y con todo mi ser interior. Me aparté de la multitud de mis pecados para caminar en tu amor y seguir tus mandamietnos, que en adedante son mi fe y mi oración. Tú eres el Verbo de la verdad, el único Verbo del Padre, y te conjuro ahora a romper la cadena de las nubes y a hacer descender sobre tus hijos tu agradable lluvia semejante a leche, a liberar los ríos y a los que nadan, y también a los que vuelan. Yo te conjuro a romper todas las cadenas y a eliminar todos los obstáculos por la virtud de tu Santo Nombre."
Oración 2
Poderoso San Cipriano, hechicero de las tinieblas y de los poderes ocultos, para ti que nada es imposible, para tu conjuro, corta con tu santa tijera la lengua de mis enemigos, el camino de los malvados y malintencionados que quieren acercar sus malas influencias hasta mi casa.
Devuelve el doble de todo lo que desean para mí, amparándome y protegiéndome en todo momento. Amen
LIBERTAD IGUALDAD FRATERNIDAD
M.·. M.·. Mitatron
Aug.·. Y Resp.·. Log.·. Renacer Nº 2
Resp.·. Tri.·. Apocalipsis Nº 4